Hace algunos meses abrieron sus puertas dos espacios que se suman al potente grupo de salas que conforman la cartelera teatral del barrio del Abasto. El extranjero, ubicado en Valentín Gómez 3378, al mando del actor y director Mariano Stolkiner, y La Carpintería, que se aloja en Jean Jaures 858, a cargo de las jóvenes actrices Alejandra Carpineti, Gabriela Irueta y Sol Tester. La primera cuenta con una capacidad para 80 espectadores y la segunda para 110. La característica de estas dos salas es que son artistas del teatro (actrices o directores) los que decidieron abrir un espacio propio. Entonces nos propusimos indagar acerca de las motivaciones que produjeron la apertura de los teatros.
-Mariano (Stolkiner) ¿Por qué decidiste embarcarte en este proyecto?
M.S.: -La idea surgió como un proyecto familiar y lo encaramos junto a mi hermana (Luciana Stolkiner), que también es actriz. En la construcción del espacio trabajó mucha gente: amigos, familiares, compañeros de trabajo. Cada uno aportó lo que pudo y entre todos se fue forjando lo que hoy es El Extranjero. Por otro lado, debo decir que, si bien el espacio al día de hoy ya cumple con todas las condiciones necesarias como para su funcionamiento, no es algo consumado ni mucho menos. Por ahora es un cuerpo enorme con un alma pequeña, esta última es la que se deberá ir construyendo y moldeando con el tiempo, cosa que sólo será posible y tendrá sentido si, como el teatro mismo, surge de la cooperación de un grupo de gente que desee poner su propia impronta en pos de un objetivo común. Y por supuesto que los espectadores también tendrán mucho que ver en ese sentido.
-¿Y ustedes, chicas?
Gabriela Irueta: -Abrir un espacio es el sueño que tuvimos desde que supimos que lo que queríamos era hacer teatro.
Sol Tester: -Hacemos teatro desde muy chicas y compartimos nuestros primeros proyectos. Desde siempre jugábamos con el sueño de tener un espacio donde ser totalmente libres a la hora de crear, sin limitaciones, ya que venimos de una escuela cuya premisa principal es generar proyectos propios.
-¿Dónde estudiaron?
Alejandra Carpineti: -Estudiamos muchos años en la escuela de Alejandra Boero, Andamio 90, y otros tantos años en la escuela de Claudio Tolcachir, Timbre 4. Tuvimos la suerte de tener los maestros que tuvimos, que siempre nos dijeron “hagan, alquilen un lugarcito y ensayen, muestren, inviten”. Entonces, cuando surgió la posibilidad de La Carpintería, nos miramos un ratito y sin pensarlo demasiado dijimos: “sí, claro”.
-Y en tu caso, Mariano, ¿cuándo surge esta necesidad?
M.S:-Después de vivir varios años en Europa regresé a Buenos Aires con el deseo de instalar mi propio espacio. Como en ese momento las condiciones no estaban dadas como para poder apostar a un espacio propio, me acerqué a los galpones que el artista plástico Carlos Regazzoni tiene en Retiro y le hice una propuesta de trabajar ahí, a cambio de acondicionar un viejo corral de animales que tenía al fondo del museo y convertirlo en un espacio apto para hacer teatro. Reciclando materiales que el propio Regazzoni tenía en el lugar, en 2005 estrené mi espectáculo L.U.I.S. (Las últimas imágenes soñadas) junto a mi grupo de trabajo. Dos años más tarde, llegó el estreno de Cleansed para lo cual adaptamos la sala según las necesidades de nuestra puesta. Trabajar ahí me sirvió mucho para aprender el manejo, y si bien siempre me sentí muy cómodo en el lugar, también es cierto que constantemente debía adaptarme a las condiciones de un espacio donde se respiraba la impronta de Carlos en cada rincón y en el que cuando llegaba el invierno se hacía muy difícil continuar con las funciones, porque el frío se devoraba todas las posibilidades materiales de hacerlo. Así fue que empecé a buscar la alternativa de darle continuidad a ese proyecto que ya se había iniciado, pero en un sitio que me permitiera funcionar sin tantas interrupciones y que, por otro lado, pudiera abrirse a nuevas propuestas.
-¿Por qué se alojaron en el Abasto?
G.I.: -Antes de llegar al Abasto buscamos por muchos lugares. Sabíamos que este barrio era un punto estratégico dentro del circuito de teatro off de Buenos Aires. Pero realmente creemos que La Carpintería apareció porque tenía que ser este lugar y no otro. Porque ella se nos presentó delante de nosotras.
M.S.: -Creo que, más allá de que el Abasto es conocido por ser el barrio con mayor actividad teatral, al menos de lo que entendemos como teatro “independiente” o “alternativo”, es un barrio de fácil acceso para distintos puntos de la ciudad. La multiculturalidad del barrio le permite ser amplio en su propuesta y creo que el teatro necesita ubicarse en zonas donde la convivencia sea abierta. Esta apertura también es parte del mensaje intrínseco a la propuesta de una obra que debería tender siempre a democratizar la comunicación de lo que intenta transmitir.
-¿Cómo resultó el proceso de habilitación?
M.S.: -Desde la aprobación de la nueva reglamentación para la apertura de nuevos teatros independientes, los controles del Gobierno de la Ciudad son muy estrictos. Cuando encaramos la realización del espacio nos asesoramos con profesionales idóneos en el tema, que fueron quienes desarrollaron el proyecto para dar cumplimiento a cada una de las normativas vigentes. Cuando empezamos creíamos que, por el tamaño del lugar, íbamos a poder recibir una determinada cantidad de espectadores, cantidad que luego disminuyó considerablemente debido a estas mismas disposiciones. De todas maneras, hoy vemos que tenemos un espacio que no sólo cumple con los estándares de seguridad y sanidad necesarios, sino que es, también, un lugar muy cómodo para ver y hacer teatro, lo que creo que, en definitiva, va en orden de mejorar la calidad de las propuestas y la posible llegada de nuevos espectadores, quizás hoy no habituados a este tipo de espacios. En este sentido, quizás sea válido aclarar que el 70% de la inversión realizada en el teatro fue, justamente, para dar cumplimiento a estas normativas, entre ellas el cambio de todo el cableado interno, la colocación de equipos y conductos para la ventilación mecánica, luces de emergencia, matafuegos, carteles de salida, planos de evacuación, ignifugado y todo lo referido a la ley de accesibilidad. Todo fue presentado en el Gobierno de la Ciudad con planos aprobados y firmas de profesionales y luego tuvimos una inspección previa para la habilitación, con un informe positivo respecto del cumplimiento de la normativa vigente.
-¿Y en el caso de La Carpintería?
S.T.: -Sí, está habilitado. El proceso fue muy desgastante. Nosotras desde el principio decidimos hacer todo correctamente, según las leyes, y pensamos que eso haría las cosas simples y fluidas. Sin embargo, en este proceso nos fuimos encontrando con un montón de trabas burocráticas propias del sistema en el que vivimos. Abrir un teatro no sólo fue un encuentro con una cantidad de artistas admirables, también fue darse cuenta de que las trabas que uno ya sabía que existían, ahora se tornan palpables y cotidianas.
-Hasta hace no mucho tiempo cerraban y cerraban espacios. Este año parece ocurrir todo lo contrario. ¿Por qué?
M.S.: -Supongo que tener una legislación más clara en términos de lo que uno debe realizar para una posible habilitación, ayuda a que quienes sienten el deseo y tienen la posibilidad de embarcarse en este tipo de emprendimientos lo hagan. Hace algunos años esto no era posible, ya que después de Cromañón quedó una suerte de vacío legal que hacía imposible saber qué cosas uno debía realizar para poder habilitar un espacio de estas características. Por otro lado, hay una realidad concreta y es que las salas ya existentes no tienen lugar para albergar a la enorme cantidad de espectáculos que se producen en Buenos Aires, y la presencia de nuevos espacios es más que necesaria. Se han corrido los límites entre lo que se puede considerar espacios alternativos y comerciales. Hoy, muchos de lo que hace tiempo vienen trabajando en los grandes teatros apuestan a llevar sus propuestas a salas más pequeñas y, a la vez, muchos de los actores y directores del teatro independiente se han sumado a las propuestas de la avenida Corrientes, lo que hace que las temporadas de las obras en cartel se extiendan y eso dificulte aun más conseguir un espacio para los nuevos espectáculos. También, vale destacar que a esta situación se le suma el hecho de la baja producción que en el último tiempo están teniendo las salas oficiales y que el teatro argentino ya no viaja tanto como solía hacerlo en otro tiempo. Creo que toda esta serie de circunstancias son las que llevan a pensar que hoy la apuesta pasa por volver a la construcción de estos espacios que, en definitiva, son el verdadero germen del teatro nacional.
A.C.: -Nosotras creemos, en este mismo sentido, que Buenos Aires tiene una producción artística súper alta y que, si bien se abrieron muchas salas, no alcanzan para la cantidad de propuestas. Hay muchísimas cosas, muchísimas, en todos los rubros: teatro, música, clown, danza. Abrir espacios es parte de ese hacer. Hoy, pareciera que se puede vivir del teatro. Apostar al teatro de lleno, no esperar a que alguien te llame. Tratar de ir haciendo camino. Sin embargo, hoy no tenemos la respuesta. Es todo muy nuevo para sacar conclusiones.
-¿Cuál fue la necesidad, como artistas, de poner un espacio y no trabajar en espacios de otros? ¿Cómo fue su recorrido al poner espectáculos en otras salas?
G.I.: -La idea de, como artista, poner un espacio surge de la necesidad de liberad en la creación. La creación necesita un lugar físico. Tener un espacio te da esa libertad: poder utilizarlo cuando hace falta, sin trabas, sin pensar si contás con plata o no para ensayar, quedarse la cantidad de horas necesarias hasta decir “basta, ya es hora, nos vemos mañana”.
S.T.: -Un poco lo que decíamos antes: no esperar a que alguien te vea y te diga, “sí vení, podés hacer”. Venimos de una escuela donde nos enseñaron que no hay que quedarse quieto esperando a que un día te llamen. Producir, es fundamental para crecer y aprender como artista, sin perder la visión crítica de lo que se está haciendo y sin olvidarnos de la razón por la cual elegimos hacer teatro y no otra cosa.
A.C.: -Somos conscientes del privilegio que vivimos por tener nuestro espacio. Pero tener el propio lugar no es el resultado de malas experiencias en otras salas. Tener lugar para presentar tu obra es un lujo. La experiencia de cuando pusimos espectáculos en otras salas fue muy positiva. Siempre laburamos en lugares que para nosotras eran como nuestra casa. Timbre 4, el Beckett, El Crespo, salas que nos generaron el deseo de tener la propia, nos contagiaron. Nos ayudaron con su experiencia a gestar nuestra sala.
G.I.: -La dificultad de trabajar en una sala ajena es que, a veces, para las nuevas generaciones de teatristas los tiempos son muy cortos y sabemos que las obras para hacerse conocidas, entre otras cosas, necesitan tiempo para que la gente se entere de su existencia. Es positivo, para nosotras, seguir laburando en otros lugares, para conocer gente, para abrir caminos, aprender sobre manejo de salas.
- Y vos Mariano, ¿cómo lo ves?
M.S.: -La necesidad surge principalmente del hecho de que el espacio propio lo expresa a uno de mejor modo que el espacio de otro, y para mí es fundamental que mi obra se realice en un espacio que me represente, ya que no es sólo la obra la que está hablando, sino también el edificio donde ésta se presenta. Respecto de mi recorrido, debería decir que ha sido variado: no todos los espacios funcionan del mismo modo, y la forma de como uno pueda adaptarse depende mucho de quién esté a cargo en cada caso. Por lo general, las mayores dificultades están asociadas a la mecánica comercial que tienen muchos de los espacios. Para poder hacer rendir el dinero y que a fin de mes no queden sólo deudas, se programa una enorme cantidad espectáculos, muchas veces, incluso, sin tener en cuenta la propuesta estética de cada uno de ellos, sino simplemente y, sobre todo, la probable convocatoria. Así, lo que surge son dificultades, como tener que limitar el espacio creativo, ya que un espectáculo debe pensarse en función de estos condicionamientos. Así, una obra que tiene una gran escenografía será más difícil que encuentre lugar que una que se hace con una mesa y dos sillas. Muchas veces los tiempos para el armado y desarme son tan cortos, que mientras los actores debieran estar concentrándose para la función, se encuentran envueltos en los problemas de cómo hacer pasar un bastidor por una puerta o donde ha quedado su vestuario, que pudo haber sido movido del lugar en el que había sido dejado. De todas maneras, esto no lo digo en un sentido crítico, ya que entiendo perfectamente, más ahora, que sostener en el tiempo un teatro abierto no es nada fácil. Si bien se entiende que la actividad tiene un enorme condimento vocacional y artístico, también es cierto que eso es difícil que lo entienda Edesur, que te cobra la factura de luz como a cualquier otro vecino y a quien probablemente poco le importe el tipo de aporte que esté haciendo uno a la sociedad al invertir en una actividad de estas características. Ni hablar de la enorme decepción que puede encontrar cualquier creador al ver que su obra no podrá seguir en cartel porque supone tener una convocatoria menor a la deseada por la sala. En definitiva, y en este sentido, no son muy distintos los parámetros de selección del teatro independiente al del teatro comercial. Se supone que las líneas de subsidios que otorgan el Instituto Nacional del Teatro y Proteatro deberían servir para palear estas circunstancias, pero el dinero que reciben las salas, en la mayoría de los casos no alcanza para cubrir ni de cerca las necesidades de éstas. Los aspectos más positivos que tiene el hecho de realizar la obra de uno en una sala ajena es que la cantidad de circunstancias problemáticas que se deben atender son sólo respecto de la realización de la obra y la mayor carga queda en manos del dueño del espacio, que deberá lidiar con la subsistencia no sólo de sus sala sino de todos los espectáculos que en ella se programen los siete días de la semana.
-¿Beneficia a tu espectáculo o a tu forma de trabajo el hecho de tener sala propia?
M.S.: -Por supuesto que beneficia. Pensar la obra a partir de la existencia de un espacio concreto la convierte en hecho completo. Las características espaciales son fundamentales en el desarrollo de una propuesta teatral y tener en claro el lugar donde ésta ha de presentarse hace que todos los elementos de la puesta puedan articularse en función de esta posibilidad.
A.C.: -Sí, mucho -ríen todas-. Tenés libertades que no tenés en ningún otro lugar. No andás preocupada por la producción del espectáculo, en algunos sentidos. Sin duda, desde lo artístico, empezás a ensayar sabiendo donde vas a estrenar. Pensás desde ese espacio y para ese espacio. Ensayas cuando querés y hasta la hora que querés. No tenés límites.
-¿Qué vínculo se proponen con el afuera? ¿Qué vínculo quieren mantener con el barrio? ¿Qué propuesta para el espectador que llega a su sala?
S.T.: -Ésta es una sala dirigida por gente joven. Sin embargo, se acerca gente de todas las edades, ya que las obras que tenemos convocan a todo tipo de público.
G.I.: -La idea con el barrio fue, desde el principio, que se sientiera invitado a pasar, a ver lo que hacemos ahí. De hecho, tenemos un vecino de 11 años que pasa todos los fines de semana y dejamos que entre a ver las obras. Le decimos que siempre son las mismas, pero él quiere volver a verlas.
A.C.: -El barrio nos hizo una bienvenida hermosa. Los verduleros de enfrente, el fletero de la esquina, los de al lado, que siempre pasan a tomarse un café. El barrio nos recibió con los brazos abiertos y muchas veces nos agradece haber elegido este lugar para poner un teatro. La gente que conocía el lugar desde antes, no podía creer en lo que se había trasformado. Pasan cosas re divertidas: gente que se acerca el sábado a las 9 menos 10, te pregunta si hay entradas, le decís que sí y te dice “esperáme que subo a mi departamento acá enfrente, apago el horno y bajo”. Y vos tenés toda la gente adentro en la sala y estás esperando al vecino, que quizás no hubiese ido al teatro, que bajó a ver qué onda y terminó entrando.
S.T.: -Las propuestas para los espectadores son muy diversas. Tenemos obras de teatro, música y varieté. La idea, desde el principio, fue armar una programación fija y una rotativa, que va todos los jueves, que gira con propuestas nuevas y distintas.
M.S.: -En el caso de El extranjero no sé si puedo marcar diferencias entre el adentro y el afuera, ya que para mí el teatro es un reflejo de la sociedad con la que coexiste. En este sentido, el vínculo nunca puede ser sino directo: hay una relación carnal entre el actor y el espectador. El teatro abraza a la ciudad en la que vive y la ciudad debe abrazar a sus teatros. Así fue históricamente y debiera seguir siéndolo. No se me ocurre una forma de espectador, es imposible saber quién puede estar necesitando contactarse con la propuesta de uno. Las relaciones son tan variadas como las personas que intervienen en ellas. El teatro se dirige a todo aquel que se interese en conversar con él.
-¿Y el barrio?
M.S.: -El barrio está muy contento de nuestra existencia. Muchos vecinos ya han venido a hacérnoslo saber, gente de la cuadra me ha llegado a decir que a partir de nuestra llegada se ha reconciliado con el mismo barrio. Esto me llena de satisfacción. Saber que uno es bienvenido siempre es una linda noticia. También preguntan por las propuestas que habrá en el espacio y, por supuesto, ofrecen su trabajo. Yo creo que la apertura de un lugar de estas características es una muy buena oportunidad para todos. Muchos temían que aquel depósito de la calle Valentín Gómez, una vez vendido, se convirtiera en un nuevo edificio o supermercado chino y la noticia de que pronto sería un nuevo espacio para el desarrollo de la cultura los llenó de alegría. De todas maneras, nuestra propuesta es para todos, los que viven por el Abasto y los que viven en Lugano o Recoleta. La integración del teatro es hacia la ciudad y no sólo hacia el barrio. La gente que llegue a nuestra sala se encontrará con un espacio acogedor. La idea es que todo el que decida acercarse a El Extranjero se sienta parte de él y por eso fue concebido como una casa. Es un espacio público y lo tenemos claro, pero la idea es que el que venga se sienta como en su propia casa. Entiendo fundamental que estas condiciones estén dadas, ya que la propuesta teatral no será condescendiente con el público. Nuestra idea es la de decir las cosas de frente y tal cual las vemos, y sabemos que esto puede molestar a alguno. Por eso el cuidado es fundamental. No queremos que nadie se sienta ofendido con nuestra propuesta. Sabemos que nuestra apuesta estética puede incomodar. De hecho debe incomodar, al menos ése es nuestro objetivo: plantear problemas. No nos gustaría que esto pueda leerse como una postura. Por eso hemos puesto toda nuestra dedicación en que esta circunstancia no salga más allá de la obra y que aquel que venga a ver nuestros trabajos se sienta cuidado y bien recibido, aunque probablemente después reciba un golpe. La cuestión es que si el teatro no logra movilizar, tampoco tiene mucho sentido hacerlo. Para divertirse y pasar un buen momento ya hay muchas propuestas y no creemos que ése sea nuestro objetivo.
-¿Tienen pensando un tipo de criterio en la programación?
S.T.: -La idea es ampliar. Más que nada para entrelazar las artes. El criterio para elegir la programación siempre es de obras que nos gusten, que nos conmuevan, cosas que a nosotras nos guste ver.
G.I.: -Programar para nosotras no es llenar horarios, ocupar huecos. Programar implica un montón de cosas y responsabilidad. Qué teatro se hace y elegir es un privilegio.
A.C.: -Por eso agradecemos a Diego Lerman y a Lola Arias el hecho de haber confiado en nosotras para reponer sus obras. Ambos confiaron de lleno. Se acercaron en octubre del año pasado, cuando aún éramos una demolición, y apostaron. También a Vanina Montes y Verónica López, que se animaron a estrenar sus óperas primas en un teatro que no era más que eso.
S.T.: -Que haya tanta oferta teatral es también un riesgo, y poder ver una obra y que esa obra marque algo en el espectador, no es fácil. Nosotras apuntamos a eso. A que la gente que sale de la sala, salga distinta a como entró.
M.S.: -La programación ha de seguir este lineamiento: propuestas arriesgadas que tengan la intención de plantear problemas. Creo que el teatro debe servir al bien común y las únicas mejoras pueden darse en un contexto en el cual sepamos observarnos y poner en juicio nuestras creencias. Sólo en el problema se encuentra la posibilidad del cambio. La solución es quietud, el problema trae movimientos. Por eso, buscaremos que nuestra propuesta esté cercana al tipo de trabajos que plantean desequilibrios, que dejan interrogantes que sólo podrían encontrar respuesta en los mismos espectadores, según lo que cada uno de ellos traiga consigo. En este sentido, intentaremos que toda propuesta artística, sea de la disciplina que fuere que tenga este condimento, tenga su lugar en El Extranjero.