Acaba de salir el primer número en papel de “Montaje decadente”, espacio periodístico que hasta este momento funcionaba sólo como blog. Lucho Bordegaray, su director, cuenta en esta entrevista los motivos que lo llevaron a dar este paso, explica en qué consistirá esta revista y brinda su singular mirada acerca del teatro y sus alrededores, en este tiempo histórico y en este país. Mordaz y sin pelos en la lengua, Bordegaray explica que "Montaje decadente" no está dirigida a un público masivo, sino hacia aquel público ya interesado por el teatro, es decir, a los espectadores que quieran profundizar sus conocimientos de este universo artístico llamado teatro que les atrae y los convoca. 

-¿Cuándo nació “Montaje decadente” como blog?  

-Creo que fue en 2006. Yo venía con otro blog que tenía más tinte político. Se llamaba “Excluidos pero tecnologizados”. Empecé a darme cuenta de que tenía ganas de escribir cosas de cultura, pero no quería mezclar todo. Y nunca lo terminaba de hacer. Creo que las ganas de escribir, la decisión, la tome un día que volví a ver a Gabriela Radice en televisión y pensé: “¿Otra vez esta mujer? ¿Otra vez poniendo cara de buena presentando premios?”. Ése fue el punto por el cual empecé a abrir el blog al que no sabía cómo llamar. Y además pensaba dedicarlo a teatro, cine y plástica. Busqué una palabra común y salió “montaje”. Luego faltaba un adjetivo y dije “decadente”. 

- Medio ácido el título. 

-No fue la intención ser ácido. Me gustó cómo sonaba. No era un buen nombre, si querés, porque implica una valoración negativa. Pero dije: “¡Ma sí! ¡Total, quién lo va a leer!”. Fui escribiendo de a poco, cruzando entre “Excluidos pero tecnologizados” y “Montaje decadente”, hasta que en 2007 entré en “Llegás”, donde había estado escribiendo tímidamente una colaboración cada demasiado tiempo, y ahí se presentó la oportunidad de entrar para la edición de septiembre de 2007, coincidiendo con el FIBA, Festival Internacional de Buenos Aires, donde me lancé con una nota que no expresaba nada nuevo, sino lo que todo el mundo siempre decía en los cafés sobre Graciela Casabé, su entonces directora. Subí esa nota al blog, circuló mucho, y ahí sí empecé a comprometerme más con el blog en cuanto a frecuencia de notas. Evidentemente la cuestión política de la cultura interesaba. Comencé a dedicarme a indagar esas cuestiones, a hacer averiguaciones. Eso fue así más o menos el comienzo. El momento fundacional lo tengo casi en una nebulosa. No sé si fue una noche de premios ACE (Asociación Cronistas del Espectáculo).

-Sería alguno de esos premios que te quedás mirando hasta tarde y sobre los cuales hacés comentarios irónicos en Facebook.

-Los ACE ya ni los miro porque me enojan. Me enojan con la gente que va alegremente a buscar esos premios. Me parece que hay cosas que tienen un límite. Yo entiendo que un premio valida muchas cosas y está bueno, pero cuando los que premian están encabezados por una banda de cretinos, me parece muy preocupante que la gente los acepte. Hay gente buena en los premios ACE y en el jurado, pero me parece que las voces cantantes la llevan personas que son muy pero muy chantas. Que sea jurado Jorge Lafauci, que se la pasa payaseando, da vergüenza. Si Lafauci dice que mi trabajo es bueno, me tengo que matar.

-Volvamos a “Montaje decadente”. ¿Empezaste a tener registro de que había muchos lectores? ¿Cómo empezó a crecer el blog?

-A partir de esa nota sobre el FIBA de 2007, empecé a notar que había mucha gente que me mandaba mails o me encontraba por los teatros y me decía que la había leído. Ahí comencé a darme cuenta de que había un número de personas que leía el blog. No recuerdo cuál fue el siguiente “tema polémico” que planteé y que generó bastante?, creo que fue la fiesta del Instituto Nacional del Teatro? Se me mezcla?, la verdad es que no soy buen biógrafo de mí mismo.

-No lo pregunto para tener precisiones de fechas, sino para saber cómo llegaste a tomar la decisión, en algún momento, de llevar el blog al papel.

-¡Ah!, no. La decisión de llevarlo al papel vino por otros. Me fui de “Llegás” antes de la edición de noviembre de 2010, y las tres primeras personas a las que les conté que me había ido me dijeron: “Bueno. Te lanzarás a hacer algo propio”. Fue un baldazo. “¿Cómo yo algo propio? ¿Y por qué ellos lo ven y yo no lo veo?”. Así que dije: “bueno, a ver qué pasa. ¿Lo puedo hacer? ¿Tengo la experiencia como para hacerlo? Sí. ¿Tengo los contactos como para tener la información? Sí. ¿Tengo las ideas como para generar algo que por lo menos se distinga de lo que ya existe? Sí. Hace 20 años me largué a hacer una publicación cuando no conocía nada. Ni sabía escribir en una computadora y lo hice”.

-¿El salto tiene que ver, entonces, con un momento personal?

-Pasar al papel es una consecuencia de haberme ido de “Llegás” y darme cuenta de que tenía la posibilidad de hacer algo propio.
Pasados diez días de que esto me sucede, le comento a un amigo que voy a largar “Montaje decadente” en papel, en marzo, y me dice: “Hace tres meses te dije lo mismo y me sacaste cagando”. Y yo no tenía el menor registro de que él me había dicho eso. Porque en ese momento yo seguía apostando a “Llegás”, a que eso en algún momento pudiera generar en serio lo que yo quería, incluso un sueldo medianamente decente y no una contribución. Me hago cargo de que yo acepté eso. Evidentemente estaba convencido de que ahí podía pasar algo. Cuando me voy de ese lugar, me doy cuenta de que la posibilidad estaba cerquita.

-Sí, de todas maneras es un cambio de soporte importante. No harás una revista vos solo?

-¡No! Hay un equipo de gente.

-¿Cómo lo seleccionaste? No es fácil elegir un equipo afín. Además, vos tenés un perfil muy propio, que no sabría cómo describir?

-¡Jodido! ¿Querés decirlo?

-Bueno, ¡ja, ja! No formo parte de los que te odian.

-Pero al contrario. Decirme “jodido” no significa que me odien. Me cae bien. O, mejor dicho, me cae bien según quién me lo diga, claro. Yo convoqué gente con la que tengo cercanía y sobre la cual sabía cómo pensaba o para donde disparaba. Convoqué a Mónica Berman, que es la única persona que viene de la academia (podemos luego hacer un excursus sobre la academia y el periodismo), porque nos conocemos desde hace muchos años (ambos vivimos en Floresta –¡aguante Floresta!– a cuatro cuadras de distancia). Coincidimos mucho. Y cuando no coincidimos sé que Mónica tiene los argumentos como para que yo me calle y diga: “es otra mirada más que válida”. Discutimos mucho sobre muchas cosas. Me siento muy cómodo con ella y sé que es una persona que ve mucho teatro y a mí me interesa eso. Están, también, Facundo Maceira y Lucas Lagré, ambos actores, a quienes llevé a “Llegás” cuando hubo un cambio de equipo y quedé como jefe de la sección teatro. Ellos decidieron que se iban cuando yo me fui de allí. Está Martín Seijo, que es actor, director y también viene del mundo de la comunicación, con quien trabajamos juntos en los albores del Colectivo Teatral, hoy Colectivo ESCENA, un tipo con el que comparto muchísimo, aunque tengo también discrepancias, como con todo el mundo (¡si no uno se casaría tan fácil!). En fin. Con Martín tenemos amplia coincidencia en las cuestiones de políticas de la estructura teatral porteña, anque nacional. También está Juan Coulasso, director que todavía no escribe en la revista, pero que va a escribir algunas cosas. Me interesaba especialmente tener gente que viniera del periodismo y/o del teatro. El fotógrafo, Leandro Allochis, es un artista plástico amigo mío que me hace la gamba con esto. El diseñador gráfico Gonzalo Martínez, me está padeciendo. Y va a haber mucha gente que escriba ocasionalmente. Quiero decir, secciones permanentes pero que van a estar ocupadas por colaboradores ocasionales. Ahora tenemos a Diego Starosta que cuenta un proceso de ensayos de la próxima obra que estrena. La idea es darle elementos al espectador para saber cómo se hace esto. La sección se llama justamente “Cómo se hace”. La idea es transmitir que el teatro implica reflexión, un trabajo previo y un montón de gente moviéndose y, ante todo, que no tiene que ver con que alguien ponga plata, pague los sueldos, sino con todo ese esfuerzo. Aparecerán, a lo largo de los sucesivos números de “Montaje decadente”, todas esas cuestiones en diferentes procesos de creación, con estéticas diversas. Por supuesto hay cosas que no van a estar. Jamás le pediría a José María Muscari que nos contara qué hace, simplemente porque el producto final que ofrece dejó de interesarme hace mucho tiempo. Yo no quiero ganar público para ningún teatro, pero sí me interesa que la gente que va, por lo menos de vez en cuando, pueda encontrar interés en conocer más, en profundizar su conocimiento a través de estas cosas, pero desde un tipo de teatro que a mí me interesa que la gente vea.

- ¿Cuál?

-Defiendo un tipo de teatro. Cuál es resulta algo muy difícil de definir. El tipo de teatro que a mí me interesa se lo puede seguir a través de lo que he escrito. Puedo encontrarme disfrutando y aprobando algo que hace un año en otra obra similar me había parecido espantoso.

-Te permitís esa libertad.

-Yo reivindico siempre la subjetividad. No como capricho, sino como posibilidad de moverse con el propio criterio. Si esto fuese objetivo, habría una crítica por obra. Hay que volver a decir esto.

-Me ha pasado en varias ocasiones, de haber visto un espectáculo dos veces, con un mes de diferencia y sentir que me interesó algo que la primera vez no me había interesado. También me sucedió lo contrario.

-Muchas veces salí entusiasmado de un teatro y a la mañana siguiente dije: “¿Qué me pasó con lo que vi ayer? ¡Si eso está mal! Definitivamente está mal”. Uno puede modificar criterios. Uno también valora desde lo emocional y desde lo político. Si voy a ver la obra de un debutante o una debutante de 24 años no voy a estar con la misma mirada puesta que con una vaca sagrada de 60. No incide sólo lo estético o lo literario, sino que también juega esto. Yo sé que le he pegado a Ricardo Bartis por cosas que no critico en gente que acaba de salir del IUNA (Instituto Universitario Nacional de Arte). Y me parece lógico. No puedo sostener criterios puros atravesando todo el campo teatral porteño.

-¿Es el momento para hacer el excursus academia - periodismo que sugeriste antes?

-Sí. Lo que quiero decir es que me interesa hacer un producto periodístico, en cuanto a que pueda tomar el teatro no solamente como acontecimiento estético y escénico, sino como cuestión social, operativa, política, ideológica. Todo eso está presente siempre y más en el circuito del teatro independiente, en el cual lo social y lo cooperativo están presentes desde el primer momento en los métodos de producción.

-Ése va ser el mundo que abarques en “Montaje decadente”, el mundo del teatro independiente.

-Sí. Aunque habrá otro teatro cuando nos encontremos con algo para decir que nadie esté diciendo. Hay muchas cosas que pasan en el teatro comercial y el teatro oficial que, por compromisos, por intereses, o por compasiones extrañas, no se dicen, no se juzgan, no se evalúan. Y suelen pasar cosas espantosas con 5 estrellas. Ahí sí vamos a decir algo. Cuando hablemos de ese universo (creo que puedo decirlo en plural ya que lo he charlado con el equipo) será para patearle en contra. No por jodidos en este caso, sino porque hay que tener una voz distinta en esto. No vamos a ir a las obras para ver si son malas y poder escribir. Pero si nos encontramos con algo a lo que fuimos, vimos y no está bien, y toda la crítica se volcó para otro lado, y eso sale en las tapas de los suplementos de espectáculos, y Catalina Dlughi dice: “hay que ver” y Osvaldo Bazán, ahora en TN, lo agrega en su agenda y?, le diremos a la gente que no. Es más: yo tengo ganas de hacer, en el futuro, una sección más que se llame “No vayas”.

-Sos jodido, sos jodido.

-Bueno. Pero creo que uno también puede decir: “no vayas, yo te avisé, o avivando giles”. También es parte de este laburo decir: “esto está mal”.

-¿Cómo te hiciste crítico?

-El teatro es algo que me interesó mucho tiempo y que también mucho tiempo tuve limitado a la lectura. Hace 15 años empecé a ver teatro y empecé a escribir. Yo no me considero crítico. Soy un periodista de teatro. Creo, además, que la crítica está muerta y que hay muchos críticos que no se enteraron.

-Pero se puede ser un periodista con una mirada crítica. Es bueno tener sentido crítico. No se trata de ser un comentador.

-La crítica con su momento de esplendor hace muchos años, creo que no existe más. En fin. Mi proceso fue ése. La palabra crítico nunca me convenció .Yo creí ser un observador entrenado, un público con training, pero después me di cuenta de que por más que durante la función tenía un lugar de público, luego ya no lo tenía más. Porque averiguaba, cruzaba información en la cabeza, indagaba, o incluso tomaba datos de quién era la persona que hacía el espectáculo, de dónde venía, qué había hecho antes, es decir, ese trabajo que el público no siempre hace. Y después empecé a ocuparme de temas que tenían más que ver con cuestiones de interés político o de interés estructural del teatro en Buenos Aries, es decir el Instituto Nacional del Teatro, Proteatro y esas cosas.

-Ése parece ser el universo que más te interesa.

-Parece ser el universo que más me interesa por default, me parece. Creo que el único tipo que demuestra que le interesa esto es Alejandro Cruz. Después no veo mucha gente más que con continuidad investigue estas cosas que son más periodísticas que críticas, que tienen más que ver con lo periodístico que con lo estético o lo académico.

-Tal vez me equivoque en mi percepción, pero me parece que la mayoría de los críticos se reivindica más como tales que como periodistas.

-Porque eso les da una supuesta asepsia. Como si eso hiciera que el objeto no se salpicase. Eso garpa. Me parece que el teatro porteño y sus aledaños (dentro los cuales están los críticos) atrasa. Atrasa en los procesos sociales que estamos viviendo, le cuesta darse cuenta de que la sociedad está generando otras cosas. Creo que dentro del teatro tendría que haber mucho más movimiento político del que existe. Por suerte ahora aparecieron las salas agrupadas en ESCENA, que decidieron pelear ciertas cosas, pero más allá de eso, los signos de que el contexto político argentino se modificó bastante no están muy presentes en el teatro y no sólo en lo escénico, sino en el tejido de la gente de teatro. ¿Por qué no hay compañías permanentes? Todo el mundo espera trepar un poco más con el próximo director. El sueño es “hoy hago un laburito para éste que acaba de salir del IUNA, para después ir a trabajar con Bernardo Cappa, para después ir a trabajar con Marcelo Mininno, para después subir a Bartis y ver si finalmente me llama Daniel Veronese para hacer algo en el Paseo La Plaza”. No digo que todo el mundo lo piense así, pero me parece que eso está siempre latente. Eso es muy ’90. Y una actividad tan fuertemente social en todos sus aspectos, como es el teatro, no logra tener un tejido porque están estas cuestiones. Creo que empiezan a verse cosas que van a cambiar esto.

-¿Qué cosas?

-Por ejemplo este movimiento de ESCENA, algunas miradas un poco más sociales dentro de las últimas obras que se están estrenando, un poco menos de familias disfuncionales, un poco más contextos laborales o sociales?

-¿Te referís a lo temático en las obras?, ¿al modo de agruparse?

-A las dos cosas. Que la temática empiece a aparecer en el escenario, me parece bastante. Comienza a haber cierta continuidad en algunos grupos. Y el hecho de que las salas más jóvenes se hayan unido en ESCENA para pelear por una ley y la hayan conseguido e incluso sigan juntándose para ampliar, ahora, su militancia, para decidir qué posicionamiento van a tener ante distintas situaciones, me parece un síntoma alentador, que tiene que ver con lo que se vive en toda la sociedad. Se vino tarde. No porque la gente de teatro sea más tonta ni nada, sino porque ¿quién no quiere ser egoísta? O mejor dicho, ¿quién se perjudica siendo egoísta? ¿A quién le hace mal pensar en su proyecto únicamente? A nadie. El menemato terminó, pero el menemismo no. Y el menemismo es muy cómodo. Me parece que todavía hay que quebrar algunas cosas.

-¿Dónde y cómo se va a distribuir “Montaje decadente”?

-En salas teatrales (40 aproximadamente), en espacios de formación teatral y en algunos espacios culturales. No en otros lugares. No me interesa distribuirla en bares o restaurantes, porque el público al que quiero llegar es gente a la que el teatro le significa algo. Por lo menos le significa una salida cada tanto. No tengo el menor interés en que alguien diga: “¿A ver qué es esto?” No voy a poner en la tapa a nadie famoso con el objetivo de que la gente se lo lleve y lea qué hay de teatro porque vio a una figura de la tele en una linda foto de tapa. Quiero dar información y elementos para que pueda disfrutar más la gente que ya sabe qué es el teatro y le interesa.

-¿Y en qué modifica esta transposición de formato de “Montaje decadente”, es decir, el pasaje a papel de lo que era un blog?

-En primer lugar, hay en el proyecto otra gente además de mí, la cual, por más que tenga coincidencias ideológicas y hasta estéticas conmigo, no deja de ser otra gente. Incluso hasta podrá aparecer una obra que yo deteste (lo que no me da patente de amplio, porque la sacaré en la revista puteando). La crítica va ocupar muy poco. En el primer número hay tres páginas y media dedicadas a eso. Nada más (en total son 36). Todo lo demás implica otro tipo de abordaje. Elegimos una obra que va a la tapa, para la cual generamos una producción fotográfica propia, y tres personas invitadas escriben sobre esa obra desde su saber específico. Para el primer número elegí Ala de criados y escriben Liliana Varela, historiadora, Horacio Banegas, filósofo y Moira Soto, periodista feminista. Y escribo yo porque soy el dueño y se me canta escribir sobre Ala de criados. Después hay una entrevista al director en la que él habla acerca de la puesta y de cómo fue montar la obra y también hay un fragmento del texto. La sección se llama “Seis puertas”, porque permite seis accesos.
Después, está una sección llamada “Devolución temprana”, en la cual una persona con trayectoria en la actividad teatral va a ver la obra de un o una debutante y le hace una devolución, así, en segunda persona y todo, con cierto ejercicio de la paternidad o maternidad estética que hay en esto. En el primer número Lucía Laragione, dramaturga, escribe sobre Aqueles que nao sao mais, de Horacio Nin Uría.
Además tenemos “Cómo se hace,” donde está, como ya conté, Diego Starosta, quien explica el proceso de Manipulaciones 3. Está la sección “Llegaron visitas”, un espacio para el que invitamos a alguien para que diga lo que quiera, en este caso a Ana Durán. La publicación se hace cargo de lo que esa persona diga. Tenemos, por otra parte, 4 páginas dedicadas a la política. En este primer número aparece la mirada de un español que hace teatro acá, Yoska Lázaro, quien habla sobre las huellas de la dictadura que él encontró en la sociedad argentina.

-Habla sobre política en general, no sobre teatro.

-Sí, en general. Hay, también, un punteo para acordarse quién es Darío Lopérfido (creo que hay que acordarse bien de sus contactos, de las cosas que dijo?), y hay, luego, una nota de Martín Seijo sobre cómo fue el proceso de ESCENA, que derivó en la ley que permitió a esas salas funcionar. Eso como asuntos políticos. Está la sección “Almacén”, en donde aparece todo lo que pueda ser útil para alimentarse de esto, una nota sobre gente del interior del país, en este caso sobre Marcelo Allasino de La Máscara, Rafaela. Y después tenemos historias de salas. Empezaremos por el Payró. La última página es de archivo, donde por un tiempo, por ahora indefinido, invitamos a alguien a compartir su archivo vinculado con lo teatral. Por ahora será Mauricio Kartun. Todos los meses presentará dos imágenes que pueden ser programas, fotos, lo que quiera, con un breve epígrafe como para ir sosteniendo la memoria de lo teatral

-¿El diseño cómo está pensado? Lo plástico también dice, no es mero adorno.

-El texto va tener preponderancia, por supuesto. Va haber un diseño que consideramos agradable y cómodo para la lectura, pero siempre al servicio de ella. Si no te interesa leer, yo sé que ésta es una publicación que te va a dar escozor. Si querés ver fotos, tenés otras cosas.

-¿Qué tirada tiene?

-Empezamos con 2.000. Para empezar está bien, por una cuestión de costos y de logística. Incluso, para las salas en las que se va a distribuir es un acto de fe aceptar una publicación sobre la que aún no se sabe cómo es. O, más bien, es una acto de fe distribuirla allí sabiendo de dónde viene, (¡ja,ja!).
Mi idea es pasar a 5.000. Creo que es un número considerable y suficiente. Suele mentirse mucho en las tiradas. Si verdaderamente los números de las tiradas fueran los que se declaran, el almacenero de la esquina envolvería los huevos con esas publicaciones. Podés poner en la nota que se lo digo a mis “no colegas”.

-¿Quiénes son los “colegas” y los “no colegas”?

-“Colegas” son los de gráfica, pero esa palabra implica una afinidad afectiva que no me interesa. De ahí lo de “no colegas”.

-Se necesita un glosario Bordegaray: “no colega” quiere decir tal cosa, “jodido” es un elogio?

-¡Ja ja! Pero yo insisto. Ojalá me esté equivocando, ojalá nadie mienta y yo me dé cuenta de la necesidad de una tirada mucho más alta. Pero creo que 5.000, para el circuito en el que me interesa moverme, estará bien.

-Finalmente?

-Yo sé que soy jodido. Pero no creo que sea más jodido que cualquier otra persona podría ser, si le dijera a los demás lo que dice delante de terceros. Me parece que la mayoría tiene sus enconos y enemistades. Lo que pasa es que a mí no me interesa demasiado callarlas ni decírselas a terceros. No creo que esto me convierta en mejor persona. Simplemente me sale así. Si hubiese sido más diplomático estaría en otro lado a los 47 años. Pero, por otra parte, también pienso que es importante pelear estas cosas. Hay un discurso ahora de miedo a la pelea, a la discusión. “Logremos consensos”, escuchamos desde cierta dirigencia política y social. Y hay cosas con las que uno no puede consensuar. Hay un límite. Uno puede estirar. Me estiro, me estiro, pero hay un límite que no puedo pasar. Me parece que en la cultura hay mucho “jirijijí”, “hola qué tal”, “somos todos amigos”, pateando hacia el costado las diferencias. Y esas diferencias terminan implicando el posicionamiento y la situación dominante de algunas figuras por sobre otras. Cuando no se discuten estéticas, tampoco se discute poder. Entonces vuelve la misma gente a ser jurado, a dirigir festivales, a ocupar cargos para definir distintos concursos. Y eso lo generamos todos diciendo: “somos amigos, etc.”. Y no somos todos amigos. Ni siquiera pensamos lo mismo. En la medida en que se deja pasar esto, cada vez el margen se hace más chico. No hablo de la pelea por la pelea misma, pero sí estoy convencido de que, si puedo decir algo que le pelee espacio al jurado del premio ACE, por ejemplo, un jurado que valida con un criterio espantoso, cuestionable, y que tienen gente que no ve teatro, lo haré. Esa pelea tiene valor.

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