fines de 1997, Dylan Logan, un joven poeta inglés radicado en Ulhasnagar, me relata una singular historia acontecida en un pueblo a varios kilómetros de Bombay.
Se refería a la realización de una antigua y dramática práctica funeraria.
Para su asombro, la misma consistía en incinerar el cuerpo de un marido difunto y luego propiciar la inmolación de su viuda compartiendo la misma hoguera.
Pero lo novedoso e infrecuente de este caso, es que en aquella oportunidad la viuda decide huir de las llamas, y para decepción de parientes y habitantes del lugar, nadie pudo jamás dar cuenta de su paradero.
Digamos que esta práctica, conocida como "Sati", reconoce antecedentes en culturas remotas, y ha sido valorada como una muestra de fervoroso amor tendiente a consolidar el afecto en la eternidad, aunque también, más sensatamente, como un suicidio forzado.
Diez años mas tarde, en Buenos Aires, discutiendo un proyecto teatral en casa de amigos, Jackie Delger refiere que en Londres había conocido a una viuda inglesa que huyó de Bombay para evitar inmolarse en la pira funeraria de su difunto marido hindú.
Y como hay algo a lo que el arte no puede sustraerse, y es justamente al llamado de las coincidencias, aún a las más perturbadoras, es que hoy se ofrece esta obra en homenaje a los misterios del amor y la crueldad.