Mariano Pensotti estudió cine y después de un tiempo de registrar mundos a través de la lente de la cámara, cambió de bando y se volcó al teatro. En sus primeras puestas en escena, exploró los usos expresivos del vídeo, yuxtapuestos a la actuación en vivo y también incluyó imágenes documentales en obras de teatro. Durante la entrevista, Pensotti nos habla de su último trabajo, Vapor, una dramaturgia muy particular, ésta vez alejada del lenguaje cinematográfico y sostenida solo desde lo actoral. “La obra mantiene la estructura de un libro de cuento, porque cada situación es autónoma, diferente a la anterior, aunque existan vínculos e imaginarios que son muy parecidos”. “Vapor” intenta “hacer visible lo invisible”, poniendo luz sobre personajes que viven a la deriva y no paran de narrar sus historias.

¿Cómo influye tu experiencia cinematográfica a la hora de encarar una puesta teatral?
Yo vengo del mundo del cine, hice cortos y un largo en video. Me influyen mucho más autores de cine que referentes teatrales. En mis obras anteriores, había siempre un intento de introducir lo audiovisual como elemento narrativo del teatro y no como algo simplemente decorativo. En varias obras utilicé videos, mezclados con actores en vivo. En Noches en las cataratas  fue el caso extremo, porque todo el tiempo, sobre los actores se proyectaban imágenes de ellos mismos, entonces había dos líneas paralelas, la que uno veía actuada en el escenario y la que uno veía proyectada sobre los propios cuerpos de los actores. En otros casos, el video estaba más vinculado a lo documental, como en la obra Los 8 de Julio”. Ahí, el video era usado como registro de los personajes y del paso del tiempo. Ahora la verdad, es que ya no estoy tan interesado en la inclusión de lo audiovisual en las puestas teatrales.
       
¿Qué fue lo que más te atrajo del teatro?   
Creo que fue la libertad que me permitía a partir de la escritura. Sentía que desde lo audiovisual, a pesar que se supone que el cine tiene más recursos técnicos, yo me sentía más atado. Un poco por las posibilidades concretas de producción y otro poco, por la estructura, por cómo se escribe un guión de cine. En teatro, me encontré con esa libertad en donde casi cualquier cosa puede terminar convirtiéndose en un texto teatral. Disfruto mucho de esa libertad porque me permite escribir algo sin saber muy bien adónde voy.

¿Cómo fue el proceso de “Vapor”?
“Vapor” es la primera obra que hago sin video y trata como en casi todos mis trabajos de lograr hacer visible algo que no es tan visible a simple vista. La obra habla de personajes que se dedican a narrar cosas, y aún cuando interactúan, exponen sus sensaciones y percepciones, no dialogan entre sí. En “Vapor” está todo puesto en los relatos y en sostenerlos desde las actuaciones. En los ensayos fuimos encontrando la teatralidad de esos textos, que en principio no tenían algo muy teatral...
 
En el momento de escribir los textos de “Vapor”, ¿no pensabas en una puesta teatral?
No, porque los escribí en distintos momentos. Los primeros, hace tres años, cuando me gané una beca y viajé a Madrid a hacer una residencia de escritura. Los textos no tenían mucho que ver con lo que venía escribiendo hasta el momento y tampoco me quedaba muy en claro, si eran textos teatrales o no, aunque a esta altura, realmente tratar de descifrar eso, es medio inútil, porque casi cualquier cosa lleva implícita cierta teatralidad. Me gustaba la idea de escribir sin pensar para nada en ponerlos en escena. Siempre cuando escribía, pensaba directamente en actores, en alguna idea de puesta, pero en estos textos, me interesaba trabajar desde la palabra pura y ver que salía. A mi regreso de Europa, seguí desarrollándolos y noté que se repetían ciertas cosas, ciertos personajes e imaginarios. Aunque en realidad, la obra se terminó de armar durante los ensayos con los actores.
Creo que “Vapor” mantiene la estructura de un libro de cuento, porque cada situación es autónoma de la anterior, aunque existen vínculos e imaginarios que son parecidos. Si bien vemos a distintos personajes en situaciones diferentes, en realidad son los mismos, tienen características parecidas entre sí. Creo que las escenas podrían durar mucho más o mucho menos de lo que duran y la estructura de la obra no se alteraría.
 
¿“Vapor” tiene algo que ver con el género del Road Movie?
Si, porque aparece algo de ese imaginario del cowboy, de Las Vegas y la ruta solitaria. Creo que tiene algo de esas películas de Win Wenders de los ochenta. En general, eran películas donde había mucho texto puesto en algunos relatos o narraciones claves que resignificaban lo que uno había visto. Pienso por ahí, en “Paris Texas”, donde al final de la historia, se reúnen los dos personajes centrales, y después de un largo monólogo de uno de ellos, el espectador comienza a enterarse del porqué estos personajes llegaron a esa situación. En definitiva, “Vapor” tiene que ver con ese imaginario, que también se puede apreciar en la puesta en escena, en cómo se construyó el espacio. Las luces en el escenario dan la sensación de una ruta, la música, con ese teclado medio decadente, todo el espacio está en función del mundo de estos personajes, un mundo bastante solitario, donde no pueden relacionarse con los demás y están un poco a la deriva narrando sus historias.
La obra es como un avanzar más que como algo que se vaya cerrando y eso también da cuenta de la estructura de esas viejas películas de road movie, donde en definitiva, lo que había era un viaje hacia un lugar donde iba pasando una sucesión de cosas. En “Vapor” en realidad, no hay un viaje explícito por parte de los personajes, pero si hay un avanzar de una historia a otra, y en alguna forma es como un barrido que uno ve a través de una ventanilla.
 
¿Actualmente, estás trabajando en algún nuevo proyecto?
Sí, estamos preparando una obra para el V Festival de Teatro de Buenos Aires, para Septiembre, que se llama “La marea” y que apunta a trabajar con el cruce de disciplinas, en el contexto de un espacio público. Nuestro proyecto se va a hacer en el Pasaje Rivarola, entre Perón y Bartolomé Mitre. Es un lugar muy raro, porque es una cuadra simétrica, muy prolija, construida a principios de siglo, con ambos lados exactamente iguales, tiene cúpulas y balcones idénticos.
Básicamente, el proyecto consiste en la intervención de actores en ciertos lugares del Pasaje, a través de situaciones muy sencillas, casi siempre en relación con la cotidianidad del Pasaje. En cada una de esas escenas, hay instalado un sistema de subtitulado, donde se proyectan las historias y los pensamientos de esos personajes, en algunos casos, el pasado y en otros casos, el posible fututo de esos personajes que vemos ahí representados, como si fuera el subtitulado de cine. Apuntamos a lo que se construye entre lo que se ve y lo que se lee. De alguna forma, se trata de reproducir lo que uno hace cuando mira a alguien en un bar y trata de imaginar cuál es su vida, qué hace ahí, cuáles son sus pensamientos en ese momento. Hay mucho texto para leer y pequeñas actuaciones, actuaciones desde un lugar muy diferente a lo que es una obra tradicional, como podría ser el caso de “Vapor”, donde la historia está muy sostenida desde lo actoral.
“La marea” sería como una experiencia performática pura. Son nueve situaciones que duran diez minutos cada una, que se van repitiendo y se representan en forma simultánea, o sea que el espectador va armando su propia recorrido, a lo largo de la calle. Y de alguna manera, si bien el subtitulado es una inclusión clara del video, en este caso responde más a una necesidad literaria de aportar toda esa carga de historia y de pensamiento, más que a una exploración ligada a lo audiovisual.
Para este trabajo, me inspiré mucho en las novelas del siglo XIX, como si uno tratara de poner en escena una novela de Tolstoi, de Stendhal, a través de un momento único. Lo que vemos, es un momento clave, apresado, que se puede representar y lo que leemos en el subtitulado, tiene que ver con todo lo que de alguna forma es más irrepresentable.
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