Sábado, 19 de Octubre de 2019
Jueves, 24 de Agosto de 2000

El desierto, una estética de la marginalidad

Por Verónica Schneck | Espectáculo El desierto
Se dice que el teatro siempre plantea ante nuestros ojos un espacio teatral. Sabemos que la mayoría de las obras en cartel no lo hacen, es decir, no transforman en lenguaje teatral lo que plantea determinado texto. Esto pasa mucho. Pero también pasa, que ciertas obras, tienen como pretensión solamente la imagen, y por lo tanto, parecen “técnicamente” más cine que teatro. En este caso, y frente a esta dificultad, esta creación colectiva plantea un desafío interesante... Si bien es claro que “vemos teatro” y que se construye lenguaje teatral –ya volveremos sobre esto más adelante- parecería encontrar latencia un mundo cinematográfico, no técnico, sino misterioso. Este mundo está dado por detalles mínimos (el rostro de una mujer frente a un televisor que emana luz-cine, una tacita de vidrio que cae y que llama la atención en su individualidad, etc.) hasta la presencia de una especie de “zoom” que sobrevuela la escena y que hace en nosotros espectadores tener la necesidad de por momentos atender a los “planos generales” y por momentos atender a los “planos detalles” de la puesta...Ahora...si este “efecto” no está dado por un recurso técnico –por ejemplo, una luz que indica recortando lo que hay que mirar y lo que no, por ejemplo-...Cuál es el motor de esta dinámica o movimiento tan atractivo y tan bien logrado? He aquí lo misterioso de lo que hablaba al principio. Este efecto difícil de descifrar creo yo que está dado por la actuación y por la relación que esta mantiene con los elementos escenográficos elegidos. Tenemos así, un espacio teatral con un lenguaje que plantea juegos que podemos llamar cinematográficos pero dados por la actuación y no por efectos técnicos (empresa complicada pero que aquí se logra), que estos, unidos a los escasos objetos que hay en escena (“desierto”) –y siendo escasos son mucho más relevantes- conforman una estructura novedosa en donde el movimiento escénico lleva al espectador a tener una mirada que por momentos se abre a la totalidad y por momentos se cierra al detalle (dinámica de “desierto”, quiero decir, de películas del Oeste). Por otro lado está el texto, que no parecería encontrar esta misma dinámica, sino más bien, estar siempre abierto en “plano general”...Hago referencia a esto porque muchas de las situaciones que plantea el discurso quedan atrapadas en una superficie que no permite entrar con más profundidad y más “detalle” en las referencias que ellos mismos inventan...Por ejemplo, la historia de la mujer patinadora, la aparición de ese personaje que intenta ser resto de alguna película del Oeste, no terminan de conformarse como situaciones con más relevancia que otras y es una pena ya que son atractivas y originales, y que por otro lado –y esto es muy importante- generan risa y espanto a la vez. Pareciera que en el discurso el zoom no funciona tan claramente como en el espacio y esto hace que todo tenga un tono parecido para todas las cosas. Por otro lado hay una voluntad de generar con el texto algo no cargado de situaciones de estructura típica (principio, nudo, fin) y hay una voluntad también de hacer notar que el texto no tiene el rol privilegiado que tiene el mismo en una puesta naturalista –esto se ve claramente cuando los personajes hablan y no se les escucha- pero parecería que esta idea no está llevada al máximo, y que por momentos no se entendiera si hay voluntad de eso o no...Teniendo a mano un televisor que reproduce el género que se plantea el espacio escénico ya existe cerca un recurso que podría funcionar (como hace Almodovar con Buñuel) como intrusión entre el relato de los personajes. Por otro lado, la puesta plantea códigos que tienen que ver con un teatro más marginal y que aquí se opta por hacerlos evidentes, y esto es por demás interesante, pero creo que llevados más a un extremo se terminaría por conformar una “poética” que sino esta exacerbada en algunos puntos queda en la ambigüedad y no es claro si es voluntario o no. Quiero decir, si los personajes hablan y no se los escucha por momentos, si los objetos vuelan por los aires –objetos rompibles, muchos de ellos- de un modo desordenado...¿Por qué no generar un territorio que permita una poética de lo rudimentario y caótico para que no se piense por momentos que todo eso que pasa es azaroso y no voluntario? Evidenciar la mentira, lo trucho, lo rudimentario, lo marginal esta esbozado en la puesta, pero resulta tan interesante que pide por una poética, por una creación consciente de lo que se crea (y en lo cual se cree). Desde la entrada del personaje-cowboy la situaciòn empieza a funcionar con mucha riqueza pero ese triangulo que se forma (triangulo que hace reír muy eficazmente pero que también es trágico y esto un poco se olvida) no parecería por momentos tener conciencia que lo que se genera en escena funciona como mundo cerrado y con un lenguaje teatral muy interesante, y como mundo que se abre a lo cinematográfico (mundo relacionado a los referentes del cine de cowboys) y a todo lo que estos dos mundos (el de la escena y el de la pantalla) pueden generar estando juntos en un mismo espacio que los mezcla, los realza, los incluye y los destruye...Y sobre todo eso, lo destruye, destruye al heroe de género que plantea el personaje del cowboy fracasando en el amor y en la destreza con la soga...Y eso nunca pasa en las películas del Oeste producidas en nuestro tan bien ponderado Hollywood. En fín, una obra interesantísima, que aunque tenga algunos puntos en los cuales se pueda discutir, presenta, a mi modo de ver, una de las formas más interesantes de hacer teatro desde la periferia... esto es, un teatro marginal que contenga una estética de lo marginal desde donde hablar como reflexión latente en la puesta... Esta es la expresión más válida que tenemos de seguir existiendo en nuestro lugar más auténtico.
Publicado en: Críticas

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