Dédalo

La anécdota de Dédalo tiene su origen en una crónica periodística, publicada en septiembre de 2003, en la que se consignaba que el Ayuntamiento de Alfacar (Granada) había concedido la autorización para iniciar las excavaciones y trabajar en la búsqueda e identificación de los restos enterrados en una fosa común. Allí estarían los restos del poeta Federico García Lorca. A partir de esa información, en el relato de la obra se mezclan -como en la imaginación del/la protagonista- la realidad y la ficción, los hechos de la vida cotidiana y los ensueños que rodean a la costurera, los seres violentos de su entorno y los acogedores espectros que bordan sus noches y sus delirios, con los textos bellísimos del autor granadino.

Los hechos que se relatan son los mismos que sucedieron aquella fatídica madrugada de agosto de 1936 en Viznar, en la que Galindo González, Baladi Melgar, Joaquín Arcollas Cabezas y Federico García Lorca fueron asesinados salvajemente, sin juicio previo, por los pistoleros falangistas de las "Escuadras Negras" y arrojados en la mañana siguiente a una fosa común por un joven enterrador -Manuel Castilla- obligado a sepultar los cuerpos de los asesinados sin saber la identidad de los muertos.

Dédalo es una ilusión. No es hombre. No es mujer. Es una esperanza. Es una vida entera consagrada a una misión trágica, similar a la de otras muchas madres, esposas, novias y amantes de tantos otros asesinados y desaparecidos (argentinos, chilenos, paraguayos, uruguayos, brasileños) en los espantosos años 70: Mantener viva la lucha para que los restos de su muerto querido, su poeta, su amor, su alter ego, su hijo, su amante, su proyección, alguna vez sean encontrados y sus asesinos, juzgados y castigados. De golpe, la realidad le trae la noticia: Eso que tanto ha esperado y llorado va a suceder; los restos de su héroe trágico, serán hallados al fin; su Ícaro -a quien ella cree que no pudo proteger en vida.